El gremio artesanal de los zapateros en Torrejoncillo llegó a estar compuesto por 600 trabajadores distribuidos en unas veinticinco fábricas, hasta que fue decayendo tras la Guerra Civil. Hoy, sólo queda la fábrica de Alejandro Roso Bravo. Es la quinta generación de una larga saga que ha trasladado las técnicas de padres a hijos. Desde niño, Alejandro se escapaba al taller de su abuelo cada vez que podía, luego ayudó a su padre y ahora está al frente de este taller artesano.

Desde su incorporación a la actividad artesana comenzó a realizar nuevos diseños, ampliando la gama de productos, basándose en la calidad y exclusividad de sus diseños de calzado. Llegando a colaborar con diseñadores de moda, que han hecho desfilar sus creaciones en la Pasalera Cibeles.

 

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